viernes, 25 de diciembre de 2015

La fuerza diminuta: SARAH PONCE KUTZ

Pocas veces he encontrado mayor fuerza que la de aquella persona que se niega a mirar a otro lado.
No existe mayor tensión que la que surge cuando dos miradas se sostienen.
Sarah se niega a apartar la vista, y nos mira de frente a través de sus relatos.

PAPA ME HACE MUCHO DAÑO



Desnudaron al niño, de nuevo, y lo interrogaron, una y otra vez, al objeto de verificar la denuncia del pediatra por abusos. Grande. Pequeño.
El pequeño buscó a su madre y se escondió en el abrigo de mamá. Se llevaron a mamá. Grande. Pequeño.
El pequeño chilló: Quiero ir con mamá. Papá es malo. Me hace daño con el palo. Me duele el culito.
La fiscal subrayó: El niño no es suficientemente competente para prestar un testimonio válido sobre los hechos denunciados.
La juez sobreseyó: Se acuerda el archivo de las actuaciones.

IMPUNIO PRO REO



Sarah Ponce Kutz
Diciembre de 2015
                             






LA BARCA

Al pasar la barca me dijo el barquero:
-Las niñas bonitas no pagan dinero.
-Yo no soy bonita ni lo quiero ser,
porque las bonitas suelen padecer.
¡Arriba, abajo la barca de San José!
                  


                                          



 Anochecía. Era el día cuarto de la semana. Arrimó la barca a la orilla y la subió. Los brazos se balancearon tristes. Reposó su fino cuerpo sobre el sudario y la contempló en oración. Un vestido de seda blanca la cubría por completo. En el cuello una medalla de la Virgen de la Buena Muerte. Recogió sus manos sobre el pecho y depositó en ellas un ramito de violetas. Adornó su pelo artificial con una diadema de lirios blancos. La envolvió con aromas de mirra mezclado con aloe, como estaba escrito, y se sentó. Terminado el ritual, introdujo una moneda en la boca de la joven. La barba era blanca. La noche oscura.
                                                                                              
 Remó. La penumbra acampaba en la otra orilla. Enormes riscos emergían poderosos de la negrura, dando forma a la isla. Una población de cipreses ensamblaba el escarpado lugar, a cuyos pies yacía un camposanto. Las olas impactaron con furia en la barca, embistiéndola, devolviéndola a la orilla. El impulso mortecino de los remos apenas conseguía hacer avanzar la pesada carga. La lucha se revelaba infernal. El tránsito mortal. La batalla por alcanzar el destino final parecía perderse en cada vaivén. El barquero no se rindió. Contraatacó, incrustando con fuerza las palas en el agua. El inexorable final estaba próximo. Una letanía de lamentos puso fin al largo viaje.

Papá, Mamá ¿estáis ahí? Silencio. Un largo y oscuro pasillo recorre la morada. Una lucecilla resplandece en la distancia. Papá, Mamá ¿dónde estáis? Llora. Deambula por el corredor cargada con su mochila de Minnie. Papá y Mamá no están. Nunca están. Papá lleva un uniforme negro. Limpia las mesas y las viste con manteles negros. Mamá esconde su preciosa cabellera en un gorro negro. Los calamares en su tinta que cocina son mi plato preferido. Vendrán muchos clientes a degustarlos. Nadie viene a por mí. Retrocede. El túnel se alarga. Espera. Se desliza por la cama. Lo busca. Está vacía. Fría. Cariño ¿te has vuelto a marchar? Santiago recorre el mundo dando conciertos. Se quita las gafas y guarda con cuidado el esmoquin en el avión. Ofrece un bombón a su Manager. No volverá pasado mucho tiempo. Cientos de cartas flotan sin respuesta.







Amanecía. Sonó el teléfono. Una voz de ultratumba lo despertó. “Todo está consumado. Se ha cumplido su voluntad”. Le indicó la dirección, el día y la hora. Ordenó sus cosas, informó a su Manager y partió en el primer vuelo. La policía siguió al sospechoso: portaba un maletín. En la floristería más elegante de la zona compró rosas blancas. Mencionó la calle Böcklin Strasse  y se subió al taxi que aguardaba en la puerta. Por un sendero tortuoso llegó hasta la Clínica Caronte. La recepcionista le acompañó al despacho del director. Un hombre corcovado lo recibió con amabilidad. Le extendió la mano e invitándolo a sentarse, presentó su condolencia. “Hemos hecho todo lo que su difunta esposa nos pidió. Confirmamos que la enfermedad era irreversible y que el dolor era insufrible, no solo el de su cuerpo sino también el de su alma. La agonía interior era tal que invadió su organismo y la sofocó ingiriendo calmantes, hasta que ya no pudo más. Nadie veló por ella. Expresó su voluntad de ser conducida cuanto antes a la Paz Eterna y descansar para siempre en “La Isla de los Muertos”. Le entregó todas sus partencias, así como los documentos en los que figuraba como única persona de contacto, y se despidieron.

Regresó al Hotel Dolder. La policía puso fin a sus pesquisas al comprobar que no se trataba de ningún evasor fiscal. Subió hasta la última planta del edificio. La Suite Rachmaninov dominaba toda la ciudad. Se aproximó a la ventana y contempló el firmamento. Lentamente fue bajándose el telón. La oscuridad lo invadió por completo. En el centro un piano de cola presidía la estancia. Sobre la mesa una caja de bombones y un ramo de rosas. Acercándose a ella la besó. Se ajustó el vestido de seda y volviéndose hacia él le comunicó que había firmado un nuevo contrato, que lo esperaban pronto en Estados Unidos. Levó la tapa del piano y se sentó. La Barcarola opus 202 impulsada por el balanceo melancólico de sus manos comenzó a mecerse, andantino, mar adentro.

                     

¿A dónde vas? No se
Soy corriente de agua marchita que naufraga en el mar
Fluye la caja negra engalanada con coronas y ajuar
¿Tan deprisa vas? No se
Anoche llovió, pero no pude ver la lluvia
Noche oscura del alma. Sabor a salvia
¿A qué hora vas? No se
Madera de cedro que tañe a muerto
Romería en la isla. Mortaja de luto y llanto

Más allá clarea la voz de una mujer:
Cuando la música cese nada quedará



                                                                                                                 Sarah Ponce Kutz

                                                                                        Noviembre de 2015




OBJETOS PERDIDOS


Vació los bolsillos del abrigo y no lo encontró. Esperó la llegada de los viajeros y no apareció. Preguntó a las azafatas y le acompañaron hasta el avión. Abandonada en el portaequipajes vio su pequeña maleta azul. Mostró una fotografía y lo recordaron dormido, abrazado a su osito azul. Buscó en la maleta y tampoco lo encontró. Ni rastro. Lo condujeron hasta el departamento de objeto perdidos. Rellenó el formulario correspondiente a reclamaciones por extravío de equipaje y solicitó que se lo enviaran a su domicilio. Pasados varios días se dirigió al Juzgado de Guardia. Dos funcionarias anestésicas le dijeron que no había posibilidad de formular denuncia por esos hechos, que eran de escasa entidad. Ante la insistencia de presentar una denuncia llamaron a la fiscal. Ni siquiera se molestó en escuchar, menos en bajar. Tajantemente contestó no ser competente. “Un niño no es sujeto de derechos. Que se vaya a la Policía”. Estampó el teléfono contra la mesa; impulsada por la rabia ante semejante pérdida de tiempo, salió despedida a la consulta del cirujano plástico. Las funcionarias examinaron con desgana los diferentes modelos, finalmente hallaron una solicitud por extravío. “Preséntese en la oficina de registros y haga una petición de duplicado por extravío. Caso de que aparezca el original en casa, como está divorciado, cada uno tiene derecho a tener el suyo”. Le conminaron a volver otro día, una hora antes del cierre ya no se admitían solicitudes. Caminó hasta la comisaría más cercana y recorrió todas las dependencias hasta localizar la sección de objetos perdidos. Sacó la cartera y extrajo la fotografía de su hijo. Unos grandes ojos azules asomaron tímidamente. El Policía le dijo que todos los días recibían decenas de niños empaquetados y que los almacenaban en el cuarto de depósitos. “Todos los ojos son tan tristes como los de la foto. Baje y llévese el que quiera, mejor si coge varios. No es necesario que se lleve el suyo, coja cualquiera. Nadie los reclamará. Terminarán en contenedores de reciclaje convertidos en objetos útiles: chales en la playa con campo de golf hidráulico, deportivos provistos de asientos adelgazantes, viajes espaciales para eliminar la gravedad corporal, yates equipados con paneles bronceadores y papamoscas en la proa”. Como le digo “llévese alguno. Nadie vendrá a por ellos”. Tomó la calle que conducía a su casa, marchaba ligero de equipaje. Se tumbó en el sofá y accionó la palanca relax, era un hombre libre de relaciones paterno-filiales. Sonó el alambique, el té con licor de las cinco estaba listo para servirse.

                                                                            

Sarah Ponce Kutz – Octubre 2015
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miércoles, 16 de diciembre de 2015

CNT1516.08 CAJÓN DESASTRE: Denetatik un poco.

Espacio para los ejercicios que no sé exactamente a qué corresponden…. 
Vamos, los ejercicios libres que de pronto se os ocurren hacer.
(¡querrá eso decir que mando pocos deberes?)




Unamuno
Luis se subió al tren de cercanías con  destino a Tolosa. En la siguiente estación, la de Donostia, el joven universitario, que estaba sentado enfrente de él, se irguió, cogió su mochila y se apeó del tren.
Instantes después, Luis constató que el joven había olvidado un libro. Era “Niebla” de Unamuno. Entreabrió el libro. En la página descubierta destacaba una frase: “Pues bien; yo me hice una costumbre de mi mujer y Elena se hizo una costumbre mía”
La frase le hizo reflexionar: ¿Yo también me he hecho costumbre de Miren, y ella se ha hecho costumbre mía?
Repasó el quehacer diario de sus últimos cinco años desde el nacimiento de los gemelos. Miren y él se levantaban  a las 7. Ella se duchaba primero, mientras él preparaba los desayunos. Ella se iba a  trabajar y él se ocupaba de despertar a los gemelos y llevarlos a la ikastola. Al mediodía coincidía con Miren durante una exigua media hora para comer juntos. Seguidamente él regresaba a trabajar y ella acudía a la ikastola a recoger los gemelos con los que permanecía el resto de la tarde hasta que él retornaba a la hora de bañarlos y darles la cena. Una vez acostados los gemelos, cenaban a la par que comentaban el transcurso del día. Finalmente se retiraban a la sala para leer y ver la televisión, hasta que el cansancio y el sueño les vencían.
Todo eso se repetía monótonamente cada día ¿Eso significaba hacer uno costumbre del otro?
Se rebeló a que su vida fuese una repetición constante de costumbres. Hacía falta, urgentemente, buscar detalles que rompiesen con esos quehaceres monótonos. Detalles que le llegasen al alma de Miren.
Apareció el interventor del tren y Luis le entregó el libro, a la par que le dio explicaciones del lugar donde lo había recogido y datos del universitario que lo había extraviado.
Llegó a Tolosa. Descendió del  tren y pensó: “Fin del trayecto. Y fin, también, de esta vida monótona”.
Le llamó por teléfono a Miren:
- Hoy a la tarde no voy a trabajar. ¿Quedamos para comer en el Bar Ezkurra, como cuando éramos novios?

                                            Manu Barrenetxea 08.01.2016


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¡Quiénes somos?
Los “Alguien”, son “Alguien” porque los “Nadie”, los elevan a esa categoría.
A un “Nadie”, no le llaman para una entrevista en la tele, en la radio o en los diarios, porque como el medio es de algún “Alguien”, teme que el evento suponga un fracaso, o lo que es aún más grave, una pérdida económica.
Esta creencia, se traslada a la mente humana y queda ahí instalada.
Es la creencia de que los “Nadie”, son los que menos recursos pueden generar y además pueden contagiar a los “Alguien”.
Es verificable, que hay cuotas de “Nadie”, que de cuando en cuando, acceden al círculo de los “Alguien”, porque también algunos de estos, pasan a ingresar las filas de los “Nadie”. Son los que todos (los Alguien y los Nadie), llaman “caídos en desgracia” en un caso y los “suertudos”, en el otro.
Los “Alguien”, están relacionados con todos aquellos que tienen ideas brillantes, o que han sabido arrimarse al ideólogo en el momento adecuado, e incluso le han podido patrocinar la idea.
Los “Nadie”, son todos los demás. Los llamados, “el resto de la sociedad”.
En el mundo se calcula que puede haber cinco mil millones de los “Nadie”, y apenas cinco millones de los “Alguien”.
Estos, los “Alguien”, han creado sus círculos de poder, sus círculos de influencias, que se convierten en privilegios para todos sus militantes.
Cuando sale un supuesto líder con una idea brillante, acompañado de sus palmeros correspondientes, diciendo que quieren combatir el sistema de organización mundial, en su faceta artística, financiera, política, etcétera, en realidad lo que quieren decir es, que quieren dejar de pertenecer a los “Nadie”, para convertirse en miembros de los “Alguien”.
Y los “Nadie”, se lo creen. Y lo elevan a la categoría de los “Alguien”. Y además dicen: “es uno de los nuestros”. Sucede en todas las partes del planeta. Es la naturaleza humana, desde que el Homo Sapiens comenzó a caminar, hasta nuestros días.
En el círculo de los “Alguien”, al igual que en el de los “Nadie”, existen algunos que son más destacados que otros, e incluso alguno puede llegar al “Todo”, así como también en los “Nadie”, alguno puede llegar al “Nada”.
¿Que quiénes son los “Alguien”?. Aquéllos que tienen caprichos y los hacen realidad.
¿Y los “Nadie”?. Aquéllos que tienen caprichos y observan admirados cómo los “Alguien” realizan los suyos.
Lo realmente curioso, es que los “Nadie”, creen tener dentro de ellos un “Alguien”, y viven con la esperanza de que algún día se les manifieste.
También es cierto que hay miembros de los “Alguien”, que conviven con los “Nadie”. Prefieren voluntariamente vivir en el anonimato.
A diferencia de los “Nadie”, que están sentenciados a vivir aunque no lo quieran, dentro de lo que les ha tocado, en un juego, que ellos quizás jamás nunca eligieron.
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luken.luciano

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Creciendo


Lo que le  hizo tomar la decisión de no volver a salir con Peru, ni contestar sus llamadas fue tomar conciencia de que se habían cumplido los presagios y ciertas advertencias que desoyó. Había algo extraño en su comportamiento, lo notó desde el principio, pero no le importaba, era guapo y le apetecía estar con alguien
 Cuando empezaron a salir se sentía sola, tenía su grupo de amigas con las que ir a la disco o al pub a tomar unas birras, tenían rollitos de una noche, bebían, se fumaban unos porros. Habían hecho un pacto entre ellas, “nada de enamorarse”. Vivir a tope era su lema, pero una a una lo fueron rompiendo, lo del pacto, lo de no enrollarse en serio. Ella se sentía traicionada y asi se lo dijo a sus amigas “osea que nada de royo romántico” -ya veo, ¡cabronas! Paula no te enfades -le dijeron, te compensaremos.  Resistiré se dijo para sus adentros. Un día que estaba sentada en la mesa del pub irlandés, -aquel lugar era como su segunda casa-, escuchando música de su mp3, con la carpeta encima de la mesa; esa tarde había decidido mudar el escenario de estudio, no se sentía con fuerzas de permanecer atenta a dos  horas de conta y otras dos de informática. Eso si, realizaría algún ejercicio pendiente acompañada por una espumosa y fría cerveza. Metió en su bolso la mano, solo encontró el paquete de cigarrillos, se levantó y se acercó a la única mesa que estaba ocupada. Hola. ¿me das fuego?, si, por supuesto. -le contestó el joven. Al encender el cigarrillo sus miradas se cruzaron. Le dió la gracias y  se volvió a sentar. En los minutos siguiente no consiguió que volviera a interesarle nada ni siquiera la música hause que sonaba en sus oidos, Los dos desde la distancia de sus apartadas mesas, se sabían observados mutuamente.
A los dos dias volvieron a verse y asi se fueron envolviendo en una relación muy concentrada y  apasionada.  Peru trabajaba en la imprenta que tenían sus padres,  todo el dinero que ganaba era para el, asi que la llenaba de regalos, casi a diario. A ella le halagaba por un lado y se dejaba querer, pero le dijo que no le comprara más cosas, no podía justificar todo esos paquetes cuando llegaba a casa y sus padres la interrogaban.
Ese sábado no había quedado con Peru asi que Paula aprovechó para acercarse a la librería más grande del centro y compró un libro de inglés avanzado. Cuando estaba pagando, a través de la cristalera le vio: salía con un chico de un portal, después de unos segundos de charla animada entre los dos, se besaron en los labios y se fueron en direcciones contrarias. No cogió sus llamadas en los días siguientes: en uno de los mensajes le decía que la quería y le pedía perdón, porque estaba hecho un lío...Al final decidió responderle con  un mensaje que decía “Eres un cabrón, aunque no te odio, yo lo tengo muy claro. Adios.
En febrero la directora de estudios le entregó una carta. Cuando vio su nombre: Paula R: “le ha sido concedida una  beca para terminar sus estudios en Londres” le resbalaron unas lágrimas de emoción. Le vendría bien tomar distancia. Todavía le dolía.



MªJesús Botana

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Cual si fuera un acertijo
mostróseme un texto anodino;
que a entender no atino
pero de leerlo no cejo.

Es tal su indefinición
por tanto uso de loísmo
y falto de puntuación
que la interpretación da lo mismo

Mas es tan interesante el contenido,
aunque mil horas pase
y mi mente se canse,
no me daré por vencido.

Algo saldrá de esta lectura
que deje mi mente satisfecha,
que hasta ver la tarea hecha
no podrá con mi cordura.

(Este seudopoema no se rige por ninguna métrica pero sí intenta guardar la rima)


Xanti Alberdi