lunes, 13 de febrero de 2012

Cuentos encadenados...

Kixmi


La tormenta

Correr. Una tormenta en medio del mar. Altas y bajas presionas se fusionan creando una tormenta en medio del mar. El aire sube y baja bruscamente, buscando el equilibrio que provocan las bajas y altas presiones, en la tormenta, en el mar.

Zambullir. El mar se revuelve en la tormenta. Miles de pequeñas perturbaciones se crean en el mar revuelto, en la tormenta. Todas esas pequeñas perturbaciones chocan entre si formando series de perturbaciones, intensas, en ese mar revuelto en medio de la tormenta.

Remontar. Después de la tormenta llega la calma. La energía acumulada en la tormenta no desaparece cuando llega la calma. El viento va guiando la energía de la tormenta, las series de perturbaciones viajan, buscando nuevos lugares, calmados, tormentosos.

Esperar. La energía viaja sin desplazar el agua. El cumulo de energía acumulado por la tormenta viaja, lejos, sin que el agua recuerde su paso. Las perturbaciones juntas, en grupos de perturbaciones, en series, viajan por el mar dejando todo como estaba.

Remar. Las serie ya está lejos de donde nació. La serie después de viajar cientos y miles de kilómetros se acerca a la orilla, lejos de la tormenta donde nació. La energía empieza a tocar fondo, arena y roca, cerca de la orilla, lejos de donde nació.

Levantar. Un último rugido. La serie se levanta, se impone sobre el mar y empieza a gritar su último rugido. Un grito de libertad, un rugido de pasión, el aullido del final del camino, tras viajar, tras llegar a la orilla, tras levantarse y imponerse sobre el mar.

Vivir. Sentir que estas vivo. La ola que es parte de la serie, se encuentra a poca distancia de la orilla, quizá solo sea energía, quizá sienta estar viva. Me encuentro sobre la ola, no nos conocemos, se que cada vez nos encontramos más cerca de la orilla, sentimos estar vivos.


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Miguel






El hombre que esgrimía una pistola humeante, lloraba desconsoladamente.
En la cama, desnuda, con los ojos abiertos y un agujero de bala entre ellos: yacía la esposa del hombre que esgrimía una pistola y lloraba desconsoladamente.
En el suelo, a los pies de la cama, caído de cualquier manera, con los testículos reventados a balazos, estaba el amante de la esposa (muerta con un agujero entre los ojos) del hombre que sostenía una pistola y lloraba desconsoladamente.
Sentado en una silla, perplejo, como ausente: el hombre que tenía entre sus manos una pistola humeante, lloraba desconsoladamente; no por su esposa, desnuda y muerta, ni por el que hasta hacía bien poco era su amante y que ahora yacía en el suelo con los testículos reventados a balazos.
El hombre que sujetaba la pistola humeante, lloraba desconsoladamente porque le habían cambiado el guión de su vida, (ahora que había conseguido aprendérselo). Lo habían convertido en un asesino y eso no lo podía soportar.
El hombre que esgrimía una pistola, aún humeante en sus manos y lloraba desconsoladamente, se levantó de la silla con pesadumbre y se asomó a la ventana. El sol brillaba. El hombre que todavía empuñaba la pistola suspiró profundamente con alivio y lentamente apoyó la pistola en su sien. Sonreía. Ya no lloraba desconsoladamente

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