viernes, 28 de enero de 2011

CNT1011.01 La avellana

El punto de partida es un tema, la avellana, y una extensión 10 líneas.
Como en todos los ejercicios, las directrices son orientativas.

CNTO1011.V.01.Xana
Ser avellana es interesante, perteneces a la familia Betulácea, originaria de Asia Menor que se trasladó a Grecia hace millones de años.
Yo nací en primavera, de un viejo avellano polinizado por el viento del mediterráneo. Crecí protegida por una cáscara lisa de color canela y arropada por grandes hojas rugosas de un verde amarillento.
Como éramos una gran familia de avellanas viviendo en el mismo árbol, compartíamos el calor del sol y el frescor de la lluvia, también bailábamos al ritmo que el viento o la brisa decidían. Era una vida excelente.
Al llegar el otoño ya estábamos maduras y apenas nos podíamos mover dentro de la cáscara, que nos apretaba como un corsé. Fue entonces, la víspera de todos los santos que apareció aquella manada de bichos grandes, con pelos tiesos y largos hocicos húmedos que nos comieron. Ahora soy un jabalí.


L.01.zt-01
La avellana


Tuvo la desgracia de nacer en lo más profundo del avellano donde jamás consiguió contemplar el sol en toda su redondez. Tal era su curiosidad que un día empezó a sacudir con fuerza su pequeñez y por un instante un ligero balanceo le permitió vislumbrar un amplio horizonte. Después, un largo crujido la arrojó en la más profunda negrura.

Ahora, esa negrura es tan lejana como amplio el horizonte que contempla.


L.01.zt.02
No quería ser avellana


Una avellana, que no quería ser avellana, se encontraba un día en lo alto de una cesta con el resto de sus compañeras. Se sacudió como pudo y fue logrando desplazarse hacía un lado hasta que finalmente cayó al suelo y salió rodando hasta la habitación de Luisito. Luisito, al verla, la cortó con delicadeza en dos mitades perfectas, le quitó el fruto y rellenó de plastilina el interior de las cáscaras donde hundió un palito con una pequeña vela.

Ya no es una avellana; ahora son dos barquitos de vela con los que Luisito juega a piratas

L.01.zt.03

El osito de peluche


Cada vez que cruzaban el blindado muro que rodeaba el campo para ayudar a su padre a descargar el carbón, un niño, delgado como la muerte, se le acercaba y le ofrecía religiosamente su osito de peluche, que él muy respetuosamente rechazaba.

Un buen día, tras mucho pensarlo, decidió aceptarlo y cuando volvió nuevamente a descargar el carbón con su padre, él mismo se acercó al niño y le devolvió su peluche, pero esta vez relleno de avellanas. El niño, al sentir su nuevo peso, le sonrió con una mirada, que él jamás olvidó.

L.01.IÑAKI.01

PLACERES OCULTOS


Cogí el cascanueces, la partí con cuidado y la puse sobre la palma de mi mano. Y fue al apartar las cáscaras cuando reparé en algo con lo que no había contado: por un diminuto orificio asomaba la cabeza de lo que parecía un gusano. Sorprendido, me acerqué la avellana a la altura de las bifocales. No había duda. Se trataba de una pequeña larva que movía aturdida la cabeza de un lado a otro, sin atreverse a salir del todo.
La curiosidad me llevó a observarla con una lupa de gran aumento. Su cabeza era asquerosamente redonda y dos antenas sobresalían por su parte superior. Miré a aquel insignificante gusano y, por un momento, imaginé estar viendo el rostro de mi jefe, el del trompetista del piso de arriba o el de la mujer del chándal fucsia, que siempre se me cuela en la frutería. Cerré los ojos y me llevé la avellana a la boca. Luego comencé a masticar lentamente, mientras escuchaba el crujido seco del fruto al triturarse entre mis dientes.
Aquélla fue, sin duda, la avellana más sabrosa que he probado en mi vida.

L.01.MMM.01
LA BOLSA DE AVELLANAS
Justo desapareció el autobús por el camino embarrado cuando el pequeño Edelmiro gritó desde la puerta entreabierta de la casa: Se ha dejado una bolsa. Demasiado tarde, Adolfo el turista español, estaba ya en el autobús camino de La Paz.
Los padres de Edelmiro miraban como se alejaba el autobús desde la fuente de piedra.
Edelmiro corrió y entregó la bolsa a su madre. ¿Qué es esto?, preguntó ella, Su padre cogió la bosa al mismo tiempo que decía: Veo que te flojea la memoria, Es eso que él dijo que nos dejaba como regalo y llamó “avellanas”.
Edelmiro agarró la bolsa y la meneó frenéticamente a ritmo de salsa- Con el improvisado instrumento musical comenzó a dar vueltas alrededor de su casa.
Pronto se sumaron sus vecinitos y la fiesta duró hasta que cansados se sentaron junto al camino y abrieron la bolsa. ¿Qué es esto? exclamaron sorprendidos. Es el regalo que dejó Adolfo, les dijo Edelmiro.

L.01.Pott.01
LA AVELLANA

Todo comenzó con una pequeña confusión. Siempre me había gustado mucho contar hechos que me habían ocurrido a mí o a personas de mi entorno. Buscar las palabras adecuadas, el tono, el suspense, el desenlace.
Cuando vi la posibilidad de asistir a un curso sobre narración de cuentos me apunté rápidamente a la búsqueda de técnicas e instrumentos que mejoraran la calidad de mis relatos. Además, en poco tiempo iba a ser abuelo por partida doble.
Pronto me di cuenta que me había equivocado. No se trataba de narrar cuentos sino de elaborarlos, crearlos. Sentí un escalofrío, la idea de emborronar unas cuartillas me llenó de inquietud, aunque supe disimularla bastante bien en presencia de los demás.
Todo fue bien hasta que la profesora nos dijo que a la semana siguiente debíamos volver con un cuento escrito. HORROR !!!, me dije. Y a continuación dejó caer la bomba; tema : la AVELLANA.
¿ Que se puede decir de una avellana? Dios mío!!! Mi inquietud se convirtió en un tremendo malestar, no podía apartar de mi cabeza a la maldita avellana. Avellana, avellana, avellana, retumbaba en mi interior.
Una vez en casa , cenando junto a mi esposa sentía que me hablaba pero no comprendía nada de lo que me decía. En mi cerebro solo había una avellana, y no podía deshacerme de ella.
Al acostarme mi ansiedad seguía en aumento. Me volvía, me retorcía en la cama. En un momento me vi en el interior de una caja de cristal herméticamente cerrada junto a una avellana que crecía y crecía mientras yo trataba de buscar una escapatoria.
A través de los cristales veía al resto de participantes en el curso. Les gritaba pidiendo socorro, que me ayudaran a salir de aquella pesadilla, pero su única respuesta era la indiferencia.
La avellana seguía creciendo a pasos agigantados, como la ansiedad y el desasosiego que me invadían. El aire era cada vez era mas escaso, estaba apunto de estallar cuando repentinamente: RINGGGGGGGGG, sonó el despertador.
Me desperté sobresaltado, sin saber muy bien donde estaba. Poco a poco, en la tenue luz de la mañana comencé a vislumbrar mi habitación y a mi lado Elena que bostezaba.
Sentí que un ligero temblor recorría mi cuerpo. Traté de serenarme, No entendía nada de lo que me estaba ocurriendo, no recordaba nada, solo sentía un gran malestar.
Me di una ducha rápida con el agua bien fría, me dirigí a la cocina fresco como una lechuga, me senté, me serví unos cereales. Ah qué hermoso día. Justo cuando iba a tomar el primer bocado, mi esposa me preguntó si quería probar unas avellanas que su hermana le había traído el fin de semana.
No se que me ocurrió en ese momento. Algo dentro de mi empezó a protestar, una oscura sombra se fue apoderando de mi interior mientras el sudor cubría mi cuerpo.

L.01.TSB.01
MIRADAS1
El angel de la muerte dijo "vida por vida" y tocó con sus fríos dedos el corazón del hombre que anudaba la soga en una encina y cuando el hombre caía al suelo reconoció en su mirada la sorpresa del ciervo abatido desde el horizonte por el arma invisible, la desesperación del zorro atrapado por el lazo sutil y la rabia del jabalí acosado por la jauría; y la galga, ahora libre, miró a su amo con ojos tristes y hermosos, color avellana.

V.01.Pedro.01
AVELLANA

En mi casa hay un cesto con nueces que se renuevan constantemente.

Desde hace un tiempo, entre ellas convive una avellana que, por misteriosas razones, nadie toca.

Hoy, con el cascanueces en la mano, he pensado en el sufrimiento que esta pobre avellana habrá tenido desde que está con nosotros, los sudores fríos que debían correr por su interior al sentir una mano implacable que iba escogiendo alguna de sus vecinas, y escuchar después el horrible crujido que se producía al cascarlas… Con el paso del tiempo, sin embargo, la satisfacción de saberse superviviente se habrá tornando en frustración al no saberse nunca escogida.

Así pues, he decidido indultarla. La voy a plantar para que pueda desarrollar su función reproductora. Soy magnánimo, pero para que no se malinterprete como debilidad, hoy me acabaré las nueces del cesto.

V.01.Wendy.01
LA FAMILIA AVELLANA


Erase una vez un niño que destrozaba todo lo que le rodeaba, era tal en enfado que tenía!
Un día agotado, se sentó bajo un avellano grande y hermoso.
De pronto, una avellana cayó delante de él.
Se iluminó con los colores del arco-iris y se abrió el cascarón, era la casita donde vivía la familia avellana.
Salieron papá y mamá avellana con el bebé avellana.
Papá avellana le preguntó que cómo podía tratar así a sus amigos, que estaba muy enfadado con él.
Mamá avellana le dijo que no podía tratar así a los que le daban cobijo.
El bebé avellana también expreso su malestar.
El niño se estremeció con lo que le trasmitía la familia avellana, pues nunca se había parado a pensar en las consecuencias de sus acciones.
Se disculpó por su conducta y comprendió la vida que había detrás de todo lo que destrozaba.


V.01.XANA.01
Estilo indirecto. Cuento para pensar
Ser avellana es interesante, perteneces a la familia Betulácea, originaria de Asia Menor que se trasladó a Grecia hace millones de años.
Yo nací en primavera, de un viejo avellano polinizado por el viento del mediterráneo. Crecí protegida por una cáscara lisa de color canela y arropada por grandes hojas rugosas de un verde amarillento.
Como éramos una gran familia de avellanas viviendo en el mismo árbol, compartíamos el calor del sol y el frescor de la lluvia, también bailábamos al ritmo que el viento o la brisa decidían. Era una vida excelente.
Al llegar el otoño ya estábamos maduras y apenas nos podíamos mover dentro de la cáscara, que nos apretaba como un corsé. Fue entonces, la víspera de todos los santos que apareció aquella manada de bichos grandes, con pelos tiesos y largos hocicos húmedos que nos comieron. Ahora soy un jabalí.

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