lunes, 28 de febrero de 2011

CNT1011.05 Hilo narrativo

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LA UNA, LAS DOS, LAS TRES…


El viejo roble del muladar era aún un retoño cuando ocurrió lo del loro del forastero. Por el pueblo no pasaba entonces mucha gente. Sólo don Pío, el administrador de la condesa, Julio el afilador y algún que otro tratante de ganado, se dejaban caer por allá de tiempo en tiempo. Don Pío era un hombre enjuto, con traje gris y cara de mal genio. Cuando se le veía asomar por el puente de piedra, todo el mundo sacaba el jamón más grande o el mejor queso. Y es que así, don Pío, apuntaba un real menos en su libro de tapas verdes y un real más que se quedaba en cada casa. En cuanto a Julio, se decía que venía de muy lejos, de una tierra donde no paraba de llover y se hablaba una lengua muy rara. Aunque yo no me lo creía, porque a Julio nunca se le veía mojado y se le entendía tan bien como a cualquiera de nosotros.
Pues como digo, lo del loro debió suceder hace muchísimos años. Cuentan que un domingo de mayo, cuando se celebraba la romería en el prado del tío Aurelio, apareció por el pueblo un forastero. Era un hombre extraño, que vestía una larga túnica y arrastraba un viejo carro. Cuentan también que, cuando se acercó al prado, las dulzainas dejaron de oírse y la gente paró de bailar. Todo el mundo se puso a mirarlo.
—¿Qué te trae por aquí? —le preguntó Honorio Terrón, que era entonces el alcalde.
—He venido a daros la hora —se oyó una voz que venía del carro, mientras el hombre permanecía callado. El que había hablado era un loro de plumas rojas y azules. Un loro que el forastero llevaba metido en una jaula.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Honorio.
—Pues lo que has oído: que he venido a daros la hora —volvió a repetir el loro—. El reloj del consistorio va a pararse.
—¿Cómo que se va a parar? Si funciona con el sol —aseguró el alcalde.
—Por eso lo digo. Porque será el sol el que se pare.
—¿Habéis oído lo que dice este forastero? —se dirigió a todos tras soltar una carcajada.
—Te digo que a las doce el reloj se parará —se oyó de nuevo la voz del loro.
Y dicho y hecho. A las doce en punto el reloj se paró. Se paró porque el sol dejó de moverse. Y así estuvo jornada tras jornada, en las que las noches dejaron de existir. La gente se acostaba de día y se levantaba de día, con el sol plantado el mismo lugar, justo encima del tejado de la escuela. Entretanto fue el loro el que, subido a lo alto del campanario de la iglesia, anunciaba las horas a todo el pueblo: La una, las dos, las tres…
Pasaban las semanas y el sol seguía allá arriba sin moverse. La gente se empezaba a inquietar y exigieron una solución al alcalde. Éste, desconcertado, no sabía qué hacer. ¿Por qué no le pides consejo a la bruja curandera?, le debió de decir alguien. Sin dudarlo, Honorio se dirigió a la cueva de Luguillas, que es donde vivía Petra, la bruja curandera y a donde solía acudir la gente en busca de emplastos y brebajes. Petra no bajaba nunca al pueblo, pero ya estaba enterada de todo lo que ocurría.
—Ese loro puede cambiar para siempre vuestras vidas —aseguró la curandera—. Lo peor está aún por llegar.
—¿Lo peor, dices? —exclamó desconcertado el alcalde.
—Sí. Porque si no os libráis pronto de ese loro, veréis cómo el sol empezará a moverse al revés, de oriente a poniente. Y el tiempo se pondrá a correr hacia atrás.
—¡Pero eso es imposible! —gritó crispado.
—No lo es. Si no haces caso a lo que te digo, el tiempo hará que los viejos vuelvan a ser niños. Y los niños…
—¿Qué?
—Te lo puedes imaginar —le miró la bruja con gesto grave—. Tenéis que echar al forastero del pueblo.
—¿Y cómo lo vamos a hacer? Ya lo hemos intentado y no hay manera. Se ha instalado en mi pajar, vive a mi consta y nos amenaza con más mayores desgracias, cuando le digo que se largue.
—La desgracia caerá sobre el pueblo si no hacéis caso a lo que os digo. El forastero se irá si os deshacéis del loro.
—Nadie se atreverá a subir hasta el campanario.
—No será necesario —aseguró la mujer—. Mira, esto es lo que has de hacer: corta una ramita del matorral que crece junto a la tapia del camposanto y vete a la chopera. Posa la ramita sobre la palma de tu mano y espera allí hasta que veas acercarse a una bandada de urracas. Una de ellas cogerá la ramita con el pico y volará hasta el campanario. Luego cumplirá con su misión. Si haces todo como te digo, el loro dejará de cantar para siempre.
Honorio siguió al pie de la letra lo que le dijo la curandera. Cortó la ramita y esperó a la urraca en la chopera. Al atardecer, cuando las grullas de la laguna regresaban a sus nidos, apareció la bandada, tal y como había asegurado la bruja. La urraca que iba delante cogió la ramita y emprendió el vuelo en dirección al pueblo.
Al día siguiente, justo a la hora del ángelus, el loro dejó de cantar y el sol empezó a moverse. Y lo hizo como lo había hecho siempre, como venía haciéndolo desde el principio de los tiempos. Entre tanto el forastero dormía plácidamente en el granero del alcalde, después de haberse pegado un atracón y ajeno a lo que estaba ocurriendo. Todo volvió a ser como antes. Bueno, todo no, porque para cuando se despertó el forastero, encontró a su loro, asomando por el alero del campanario, convertido en piedra.
Dicen que desde entonces, cuando el cierzo sopla racheado en lo alto del cerro de San Cristóbal, puede oírse al loro cantar las horas. La una, las dos, las tres... Pero sólo se le oye desde allí, porque en el pueblo no se escuchan más que los sones de un moderno carillón, que luce ahora en la fachada del nuevo ayuntamiento. El forastero se fue y nunca más se supo de él.




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ENSOÑACIÓN

Son las diez y media de la mañana , tres horas ya , desde que se ha despertado, realizando el ritual cotidiano de una manera mecánica, ducha , desayuno, despedida y al colegio. Hace hora y media que está en clase y ya se acumulan en su cabecita las cifras, las letras y las fechas. De repente, siente como si flotara, que su mente viaja, trasladándole de la tundra siberiana a los Mares del Sur, desde las cumbres nevadas del Himalaya a los bosques Amazónicos. Una sonrisa de felicidad inunda su rostro, hasta que de pronto siente que le zarandean y le tiran de la oreja, mientras resuena su nombre de forma airada: Hegoa!!! Hegoa!!!, donde estás!! Aquí hemos venido a trabajar!!! No a soñar!!.
Trata de decir algo, pero el profesor lo arrastra hasta el estrado, mientras repite: Hegoa, no sé donde tienes la cabeza, siempre soñando con los pajaritos, y a saber en que lugar!!!! YA BASTA!!!!!!
Hegoa mira ante si y ve las risas y el alboroto entre los “pelotas” y los brillantitos de la clase , siente la indiferencia de otros y la solidaridad y la sonrisa cómplice de algunos soñadores, justo cuando un rayo de sol penetra por la ventana y dibuja un hermoso Arco Iris de felicidad entre las gruesas lágrimas que han brotado de sus ojos,


CNT1011.L.05.TSB.01



La la la la la la, la la la la lo.
Erase una vez, una niña que vivía con su padre y con su abuela. Un día, al llegar de la escuela, vió aparcada a la entrada de su portal la furgoneta del asilo. Al entrar en casa, su padre la miró seriamente y le dijo- Tu abuela está muy vieja y no puede valerse ya por si misma. Ve a buscar esa manta grande que hay en ...el trastero. Me han dicho que en ese sitio hace frío por la noche- La niña encontró la manta y la partió en dos. Entonces entregó al padre media manta. Éste, al verlo, le dijo- Pero ¿te has vuelto loca?, ¿por qué has traído solo media manta?- a lo que la niña contestó- He pensado que el día en que tú tengas que ir al asilo también necesitarás taparte-. El hombre se quedó pensativo y decidió... que de paso que se llevaban a la vieja al asilo se llevaran también a la cría al hospicio.




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Un verano donostiarra

Érase una vez en San Sebastián, en el mes de Agosto , era mediodía y el sol se medio ocultaba entre las nubes, no obstante hacía una temperatura muy agradable.

Asun y Antxón eran un matrimonio de mediana edad que paseaban lentamente en silencio por la orilla de la Concha , vestidos únicamente con un traje de baño y gafas de sol, el agua mansamente les masajeaba los pies.

Cerca del Náutico Asun casi sin darle importancia, preguntó

-Antxón, me he enterado que te has apostado 10.000 euros en las regatas de traineras. No sabía que tuvieras esas aficiones.

Antxón en tono didáctico le contestó.

- La explicación es muy sencilla, verás....., te acordarás de que nuestros mejores amigos los Alkorta se compraron un Audi, nosotros nos compramos uno más grande. Luego lo del apartamento en Torrevieja, nosotros el mismo pero con una habitación más.

Asun intrigada le interrumpió

- Y eso, ¿Qué tiene que ver?

Antxón siguió hablando sin variar el tono

- El otro día tomando un vino con el Alkorta, el tío se apostó 5.000 euros a que ganaba Kaiku y yo me tuve que apostar 10.000 por Orio.

Asun se paró y mirándole orgullosa a Antxón le dijo

- Antxón, de traineras no entiendo, pero nuestra apuesta es la mejor.


CNT1011.V.05.Wendy.01
LOS TRES CERDITOS (versión moderna)


En una aldea vivían tres hermanos: uno era albañil, otro era pintor y el mayor era electricista.
En noches de luna llena acechaba un lobo hambriento en busca de alimento.
Por ello decidieron construir una casita. Cuando finalizaron, se alojaron allí.
Hoy que estoy llena, toda blanquita y redonda, ha aparecido el lobo en la aldea ¡Estaba más hambriento que nunca!
Se ha acercado a la casa nueva de los 3 hermanos y les ha amenazado con que ¡!!se los iba a comer uno a uno!!!!! ó que abrían la puerta ó que la echaba abajo!!
El mayor de los hermanos le ha dicho que lo intente, que si toca algo de la casa, recibirá ¡!una descarga eléctrica!!!
Y el lobo enfurecido se ha marchado a saciar su hambre a otra parte!!!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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