martes, 15 de marzo de 2011

Cuentos de EIM

DECONSTRUCCIÓN LITERARIA

1. CUENTO (Versión 1)

Había una vez un monte lleno de vida, en el cual vivían muchas clases de animales. En lo alto, anidaban decenas de familias de águilas.

Había una familia que vivía en la quinta roca del norte del monte. Una de las águilas era Haizea, tenía tres años y un plumaje precioso, era divertida y trabajadora.

En la roca siguiente vivía otra familia. Una águila de cuatro años llamado Harri formaba parte de ella. Tenía una característica diferente al resto de águilas. De pequeño, aprendiendo a volar, se chocó contra la rama de un árbol y perdió el ojo derecho. Le apodaban “el tuerto”, pero a él no le preocupaba que le llamaran así. Su preocupación era que no veía como antes, lo pasó bastante mal y sus ganas de ir a cazar disminuían poco a poco.

Un día, su padre le llevó al sur del monte para visitar a un amigo llamado Lur. Lur, una águila de veinte años, no era tan diferente a Harri, le faltaba el ojo izquierdo. Le contó que, al principio, él tampoco quería cazar porque creía que al perder el ojo, no iba a ver las presas con mucha rapidez y no las cogería. Pero, fue desarrollando su capacidad auditiva mediante ejercicios. Practicaba con los sonidos de alrededor y, finalmente, consiguió distinguir los diferentes sonidos de los animales. Ahora, cazaba de igual manera que las demás águilas, gracias a su gran capacidad auditiva.

Después de aquella visita, Harri comprendió que tenía que trabajar su capacidad auditiva y lanzarse a cazar, además de recuperar la confianza en si mismo.

El 13 de Marzo era un día especial para las águilas del norte del monte. Todos los años se celebraba una comida popular con motivo de su llegada a aquel lugar.

Llegó el 13 de Marzo. Harri fue con su familia a la comida, al igual que Haizea. Después de comer copiosamente y beber cerveza, los mayores se quedaron tomando café, copa y puro. Los jóvenes, en cambio, se fueron al baile.

Haizea ya había decidido que el momento de volar de casa de los padres, buscar su camino y encontrar una pareja, había llegado.

Haizea se fijó en dos águilas. Uno era Harri, el otro era Harkaitz.

Harri le parecía guapo, parecía tranquilo y seguro de si mismo. Pero... era tuerto, y ese aspecto le creaba dudas. ¿Podría cazar igual que las demás?

Harkaitz, en cambio, tenía cinco años y era de mayor tamaño, muy fuerte y tenía fama de ser un cazador habilidoso y rápido. Además, era el cantante de un conocido grupo de Rock.


Haizea estaba con dos amigas. Les preguntó qué pensaban sobre ellos.

Una amiga le contestó, que sin pensarlo ni un segundo más, fuera Harkaitz el elegido.

La otra, en cambio, le comentó que Harkaitz era un poco creído y que lo de cazar no era para tanto. Harri, en cambio, no era tan mal cazador como se comentaba. Parecía majo y era guapo.

Haizea estaba echa un lío. No le habían ayudado mucho. Entonces, se dio cuenta, que ella misma debía decidir. Pero... ¿Quién? En ese momento, le gustaría tener una bola de cristal y ver el futuro con cada uno. Pero, esa bola todavía no estaba inventada.

Entonces, decidió pasar a la acción. Se acercó a Harri, habló y bailó con él, y después volvió con sus amigas. Harri era majo y guapo, pero transmitía poca confianza en si mismo.

La siguiente escena fue ésta: Después de beber un par de cervezas con los amigos, Harkaitz se acercó a Haizea. Hablaron un rato, bailaron y Haizea volvió a dónde estaban sus amigas, para coger una cerveza y comentarles la situación. Harkaitz estaba lanzado, se le estaba echando encima, y Haizea sabía que ahora era el momento de la decisión.

Harkaitz era demasiado perfecto. Fuerte, guapo y gracioso. Pero... su forma de ser... era un poco arrogante.

Harri, después de bailar con Haizea, no se atrevió ni a mirarla, estaba avergonzado, miedoso y dudoso.

Haizea tomó la decisión. Se quitó de encima a Harkaitz, y se fue directa hacia Harri. Harri no sabía qué hacer cuando la vio venir. Harri sacó fuerzas para hacer frente a su falta de confianza, habló y bailó con ella, antes de que se escaparan a un lugar tranquilo.

Al día siguiente, Haizea y Harri, empezaron su viaje hacia otro monte, con incertidumbre pero con mucha ilusión.


1. CUENTO (Versión 2)

Había una vez un monte lleno de vida, en el cual vivían muchas clases de animales. En lo alto, anidaban decenas de familias de águilas.

Había una familia que vivía en la quinta roca del norte del monte. Una de las águilas era Haizea, tenía tres años y un plumaje precioso, era divertida y trabajadora.

En la roca siguiente vivía otra familia. Una águila de cuatro años llamado Harri formaba parte de ella. Tenía una característica diferente al resto de águilas. De pequeño, aprendiendo a volar, se chocó contra la rama de un árbol y perdió el ojo derecho. Le apodaban “el tuerto”, pero a él no le preocupaba que le llamaran así. Su preocupación era que no veía como antes, lo pasó bastante mal y sus ganas de ir a cazar disminuían poco a poco.

Un día, su padre le llevó al sur del monte para visitar a un amigo llamado Lur. Lur, una águila de veinte años, no era tan diferente a Harri, le faltaba el ojo izquierdo. Le contó que, al principio, él tampoco quería cazar porque creía que al perder el ojo, no iba a ver las presas con mucha rapidez y no las cogería. Pero, fue desarrollando su capacidad auditiva mediante ejercicios. Practicaba con los sonidos de alrededor y, finalmente, consiguió distinguir los diferentes sonidos de los animales. Ahora, cazaba de igual manera que las demás águilas, gracias a su gran capacidad auditiva.

Después de aquella visita, Harri comprendió que tenía que trabajar su capacidad auditiva y lanzarse a cazar, además de recuperar la confianza en si mismo.

El 13 de Marzo era un día especial para las águilas del norte del monte. Todos los años se celebraba una comida popular con motivo de su llegada a aquel lugar.

Llegó el 13 de Marzo. Harri fue con su familia a la comida, al igual que Haizea. Después de comer copiosamente y beber cerveza, los mayores se quedaron contando sus batallitas. Los jóvenes, en cambio, se fueron a jugar.

Haizea ya había decidido que el momento de volar de casa de los padres, buscar su camino y encontrar una pareja, había llegado.

Haizea se fijó en dos águilas. Uno era Harri, el otro era Harkaitz.

Harri le parecía guapo, parecía tranquilo y seguro de si mismo. Pero... era tuerto, y ese aspecto le creaba dudas. ¿Podría cazar igual que las demás?

Harkaitz, en cambio, tenía cinco años y era de mayor tamaño, muy fuerte y tenía fama de ser un cazador habilidoso y rápido.

Haizea estaba con dos amigas. Les preguntó qué pensaban sobre ellos.

Una amiga le contestó, que sin pensarlo ni un segundo más, fuera Harkaitz el elegido.


La otra, en cambio, le comentó que Harkaitz era un poco creído y que lo de cazar no era para tanto. Harri, en cambio, no era tan mal cazador como se comentaba. Parecía majo y era guapo.

Haizea estaba echa un lío. No le habían ayudado mucho. Entonces, se dio cuenta, que ella misma debía decidir. Pero... ¿Quién? En ese momento, le gustaría tener una bola de cristal y ver el futuro con cada uno. Pero, esa bola todavía no estaba inventada.

Entonces, decidió pasar a la acción. Se acercó a Harri, habló con él, y después volvió con sus amigas. Harri era majo y guapo, pero transmitía poca confianza en si mismo.

La siguiente escena fue ésta: Después de estar con los amigos, Harkaitz se acercó a Haizea. Hablaron un rato y Haizea volvió a dónde estaban sus amigas, para comentarles la situación. Harkaitz estaba lanzado, se le estaba echando encima, y Haizea sabía que ahora era el momento de la decisión.

Harkaitz era demasiado perfecto. Fuerte, guapo y gracioso. Pero... su forma de ser... era un poco arrogante.

Harri, después de hablar con Haizea, no se atrevió ni a mirarla, estaba avergonzado, miedoso y dudoso.

Haizea tomó la decisión. Se quitó de encima a Harkaitz, y se fue directa hacía Harri. Harri no sabía qué hacer cuando la vio venir. Harri sacó fuerzas para hacer frente a su falta de confianza, habló con ella y se escaparon a un lugar tranquilo.

Al día siguiente, Haizea y Harri, empezaron su viaje hacia otro monte, con incertidumbre pero con mucha ilusión.


2. CUENTO

Había una vez un pueblo llamado Meoz. Sus habitantes vivían de la agricultura y ganadería, sus alrededores estaban ocupados por prados, un río y árboles frutales.

En uno de esos prados vivía una mariquita llamada Merche. Era una mariquita joven, acababa de independizarse y trabajaba en un campo de cultivo comiendo cochinillas. Era feliz en su trabajo, coqueteaba con una mariquita llamada Aitor dando románticos paseos por los prados.

Un día, un pequeño incendio acabó con el campo de cultivo dónde trabajaba Merche. Merche se quedó sin trabajo; pero, aún y todo, seguía siendo feliz y era muy positiva. Sabía que tarde o temprano empezaría a trabajar.

Pasaron varios meses y seguía en el paro. Su ánimo venía decayendo, hasta que un día, pensó que podía buscar trabajo en Javerri. Javerri era un pueblo situado a unos veinte kilómetros de Meoz.

Por otro lado, Aitor era muy guapo y muy majo, y no quería alejarse de él. Además, en Javerri todo sería nuevo: el pueblo, sus habitantes, los prados y las cochinillas. Y, por supuesto, dejaría de ver durante largos periodos de tiempo a su familia y a su cuadrilla.

Merche no sabía qué hacer. Entonces, decidió preguntar a sus padres. ¿Sabían algo de Javerri? ¿Qué debía hacer? ¿Quedarse y esperar para trabajar en Meoz o migrar a Javerri a buscar trabajo?

Sus padres le dijeron que no conocían Javerri, y que la decisión la tenía que tomar ella misma.

Merche seguía con las mismas dudas, y el siguiente paso fue ir al río. Preguntó al sapo si conocía Javerri y si en el pueblo habría trabajo para ella. Él le dijo que Javerri era muy bonito, tenía grandes campos cultivables y hermosos prados. Pero, no le podía asegurar que hubiera trabajo en abundancia en los campos.

Después, no contenta con las respuestas de sus padres y del sapo, fue a visitar a las hormigas. Éstas le dijeron que había muchas cochinillas en los campos de Javerri, pero no sabían la cantidad de mariquitas que trabajaban allí.

Al final, nadie le aseguró que en Javerri hubiera trabajo para ella, y se dio cuenta que sus padres tenían razón. La decisión había que tomarla, y tenía que ser ella quien decidiera.

Durante el día siguiente, se dedicó a volar sin rumbo por los prados, intentando decidir si se quedaba en Meoz o si se iba a Javerri. Mareada con tanto pensamiento, tomó una decisión. Iría a Javerri, buscaría una casa nueva y comprobaría si había, o no, trabajo allí.


Se fue a casa y preparó las maletas. Se despidió de su pisito en Meoz, se despidió de su familia, de su cuadrilla y de Aitor. Llegó el momento de volar hacia un nuevo destino.

Entonces, apareció Mario. Mario era una hormiga que se dedicaba a buscar trabajo a las mariquitas en los campos. Merche ya había hablado con él sobre el trabajo en Javerri cuando visitó a las hormigas, y Mario, sabiendo que pronto partiría hacia Javerri, venía a comentarle que tenía trabajo para ella en un campo de Meoz.

La pobre Merche estaba echa un lío. Ahora, tendría que decidir otra vez, o quedarse o irse.

No se lo pensó dos veces, le agradeció a Mario la propuesta pero la rechazó. Agitó las alas y empezó un nuevo camino en su corta vida.





PENSAMIENTOS DE UNA TARDE DE OTOÑO


Era una tarde gris y lluviosa de otoño. Miles de hojas verdes, marrones y anaranjadas cubrían el recorrido de aquel día. Paseando y pensando, un torbellino de ideas sobre tu vida, pequeñas experiencias amorosas, laborales, familiares y con los amigos y amigas, que durante el paseo parecía no tener fin.

Primero, ves los trenes que han pasado cerca de ti, haciendo tan poco ruido que parecen invisibles, trenes a los que no te has subido y se han marchado.

Después, te acuerdas de aquellos pequeños paseos en tren que sí has llegado a disfrutar.

Y ahora te preguntas: ¿Y por qué no? Quieres soñar, quieres tener ilusión y empezar un nuevo recorrido.

Pero, es ahora cuando también te preguntas, si eres o no capaz de abrir ese camino, dentro de tu extenso mundo poblado de inmensos árboles. No sabes si puedes abrirte paso entre las ramas del bosque, y elegir la dirección correcta hacia la felicidad.

Necesitas un poco de luz, pero no hay luz, estas en la oscuridad. Quieres poner un poco de luz, te pones a podar las ramas viejas de los árboles que no dejan pasar la luz. Y al final, entran rayos de sol que guían tu camino.


EL SOL FAVORECE AL HIJO DE LAS MUSAS


Había una vez un pueblo de Gipuzkoa, cuya población vivía prácticamente del mar. Muchos habitantes eran pescadores, y el pueblo contaba con conocidos restaurantes en el puerto.

En un restaurante necesitaban un cocinero, el anterior se había jubilado dejando huérfana la cocina. Se fue con tristeza después de pasar allí parte de su vida. Los dueños prepararon una prueba para elegir el nuevo cocinero.

A la prueba se presentaron seis cocineros, vestidos con sus delantales y gorros. La prueba era cocinar un plato que debía tener como su atracción principal lomos de pescado fresco.

Uno de los cocineros era Ibon, un hombre apasionado entre los fogones. Una vez que se ponía su delantal y gorro color pistacho, se transformaba en una persona sin complejos y con gran determinación, sacando toda la pasión que llevaba dentro.

Empezó cortando los cuerpos marinos con mucho cariño y cuidado. Les puso un bañador de harina y se fueron a tomar el sol de oliva a una isla de barro. Después de estar morenos por un lado, tocaba el otro lado. Perfectamente morenos, los fue sacando uno a uno. Al final, para que esos cuerpos estuvieran todavía más bellos, les añadió complementos marinos y terrestres. Estaba todo preparado para el desfile.

Ibon miraba de reojo cómo cocinaban los demás y cómo presentaron su plato de pescado. Un cocinero con rasgos faciales bien definidos, preparó un plato con una presentación espectacular pero los lomos de pescado habían tomado demasiado sol. Los cuatro restantes, tenían un plato de pescado muy bien cocinado y presentado.

Llegaron los dueños del restaurante, y después de probar y describir cada plato de Merluza con Almejas y Guisantes, los fueron llamando uno a uno. Ibon no fue elegido.

Pasaron unos meses e Ibon se encontraba leyendo una receta de cocina en un semanario, cuando sus ojos se fueron directamente a una foto. Era el autor de la receta que estaba leyendo, y era conocido. Era uno de los cocineros de la prueba del restaurante, y con esos rasgos faciales lo reconoció fácilmente.

Ibon no se lo podía creer, lo habían escogido antes que a él o cualquiera de los cuatro cocineros restantes. Pronto entendió qué pasó de verdad, al leer su nombre y apellidos. Sus apellidos eran conocidos en el mundo de los fogones.



LA CREACIÓN DEL MUNDO

Érase una vez un planeta llamado la Tierra, un lugar en el espacio donde viven los seres humanos.

Mucho se ha estudiado respecto a cómo se creo el mundo o la Tierra, existiendo diferentes teorías. La siguiente es una más.

En la galaxia hay planetas, estrellas y otros tipos de materiales. El planeta Tierra es un planeta con sus características propias, que le distinguen de otros planetas. En ella, la vida es temporal para sus habitantes, y todos van evolucionando al paso que marca la Tierra.

Los seres humanos, hoy en día, vivimos en la Tierra, pero antes hemos vivido en otros lugares de la galaxia, con diferentes formas. Hemos comido animales, y a su vez, nosotros hemos sido comida de otros habitantes de la galaxia.

Hubo un tiempo, en el que los seres humanos se extinguieron debido a la cadena alimenticia ya comentada, echando nuestros restos por la galaxia. Algunos de estos restos, acabaron en la Tierra, junto a restos de animales, materias vegetales y océanos.

Un día, unos habitantes de la galaxia llamados Lur, echaron sobre la Tierra restos de su pócima de creación de vida. Esta pócima tiene la característica que, el que la toma, vuelve a vivir y crecer. Entonces, los distintos habitantes de la Tierra volvieron a nacer y crecieron, dando una nueva evolución al planeta Tierra.

ENSALADA DE CUENTOS

Érase una vez un pueblo rodeado de un bosque. En el pueblo vivía Pulgarcito con su madre, su padre y sus seis hermanos. En el bosque vivían toda clase de animales, entre los cuales se encontraban el Lobo y los tres Cerditos.

Un día, los tres Cerditos fueron a coger ramas para hacer fuego. Empezaron a coger ramas del suelo, pero pronto los Cerditos pequeño y mediano se pusieron a jugar con unas mariposas. El Cerdito mayor les regañó, se iba a hacer de noche y tenían que recoger las ramas antes de que el Lobo apareciera.

Llegó la noche. El Lobo iba de caza porque tenía hambre y vio a los tres Cerditos. Los capturó, los metió en un saco, y pensó que aquella noche cenaría muy bien.

Pulgarcito quería ayudar en casa y lo mandaron a coger ramas al bosque, para hacer fuego. Quería coger muchas ramas y así hacer mucho fuego, para poder cenar y estar calentitos al lado del fuego. Tardó mucho tiempo y salió la Luna. Pensó que era suficiente, y volvió al camino que iba al pueblo.

Pero, entonces, se oyeron voces de animales, y se asustó. Se escondió debajo de unos arbustos, pero no pudo evitar que el Lobo le viera y le capturara.

El Lobo iba a su casa cantando, a la vez que se le hacía la boca agua con sólo pensar en el festival de comida que le esperaba. Mientras tanto, Pulgarcito y el Cerdito mayor tuvieron una idea para escaparse del Lobo.

Llegaron a casa del Lobo. El Lobo no sabía por dónde empezar, primero los Cerditos o Pulgarcito.

Pulgarcito le dijo:
- Soy buen cocinero, puedo cocinar a los tres Cerditos.

Los tres Cerditos contestaron:
- ¡No, no! ¡Empieza primero con Pulgarcito! ¡Seguro que tiene mejor sabor que nosotros!

El Lobo, atento a los intentos para salvarse de ser comidos, pensó:
- Primero, me comeré a un Cerdito. Si no me gusta, me comeré después a los otros dos Cerditos y a Pulgarcito de un bocado. Pero, si me gusta, que Pulgarcito cocine a los otros dos Cerditos, y de postre, me lo como a él.

Pulgarcito le comentó al Lobo:
- Esta semana ha habido casos de triquinosis en el pueblo, habían comido carne asada. Pero, al hervirla no hay peligro para el contagio. Puedo hacer una sopa.

El Lobo pensó:
- Me parece que me quiere engañar. Pero ... por si acaso, prefiero que haga la sopa.


El Lobo le dijo a Pulgarcito que cocinara el Cerdito mayor, porque era el más gordito de los tres Cerditos. Pulgarcito le contestó que necesitaba leña, y el Lobo fue a buscarla. Mientras tanto, el Cerdito mayor se escondió en un cajón de madera sin que el Lobo lo viera, y los otros dos Cerditos se sentaron en una esquina.

Pulgarcito llenó de agua un puchero, y le echó patatas, verduras troceadas y especias. El Lobo trajo la leña, y Pulgarcito hizo la sopa.

El Lobo estaba impaciente por comer:
- ¡Quiero cenar! ¿Dónde está mi sopa?

Pulgarcito le sirvió la sopa, y de tanta hambre que tenía, el Lobo se la bebió en dos sorbos. Él no saboreo nada parecido a Cerdito, y le gritó a Pulgarcito:
- ¡Me has engañado! ¡No has cocinado a ningún Cerdito!

Pulgarcito le contestó:
- En la sopa, había trozos pequeñitos de Cerdito. Pero, como te la has tragado en dos sorbos, no te has dado cuenta. Y si no te lo crees, mira a ver cuántos Cerditos hay.

En casa, había tres Cerditos. Uno escondido, y los otros dos en una esquina, pero con manchas verdes ya que se habían frotado con hierbas mientras el Lobo cenaba la sopa.

El Lobo miró por toda la casa y fue a la esquina dónde se encontraban los dos Cerditos. Cuando vio a los Cerditos con manchas verdes, pensó que Pulgarcito lo había envenenado, se volvió loco y salió corriendo de su casa.

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